lunes, 7 de diciembre de 2009

El eterno problema.


Su eterno problema era la dificultad que siempre encontraba para concluir sus proyectos. Invariablemente dejaba todo a la mitad o, en el mejor de los casos, cerca del término. Un día fue tanta su frustración, que decidió terminar con su miserable vida de un sólo golpe. Así que corrió por la pistola de su padre y cegado por la ira se dio un disparo en la boca.

El día de hoy vive prisionero de su cuerpo a causa de aquel disparo que le destrozó quién sabe cuántos nervios pero no lo mató. El pobre no puede mover ni un dedo y sólo espera que la vida termine pronto con él ya que, como era su costumbre, él tampoco pudo terminar con ella.